sábado, 7 de noviembre de 2009

divagaciones ridículas

perdí ya la cuenta de cuántas veces me he sacado y puesto la camisa para salir en este día.

Resulta interesante que cuando nos enfrentamos a consecuencias desagradables (o, mejor dicho, todo se va a la mierda), podemos atribuir estas a dos líneas lógicas:

La primera es notar que por una brevísima palabra, por un gesto casi imperceptible, por menos de cinco segundos, se destan consecuencias tan desafortunadas que parecen ser desmesuradas en relación a su causal, pareciera como si la vida te golpeara con la más irónica y despectiva bofetada en la cara.

La segunda es comenzar a reomntarse progresivamente a la causa de todos los sucesos que llevaron a ese funesto momento, intentando ver retroactivamente todos los indicios que podrían haber servido como advertencia, y que de alguna manera fueron ignorados. Siguiendo esta línea, y ya enceguecido por la ira y la melancolía, podemos seguir las causales hasta las decisiones más fundamentales de la vida, como, por ejemplo, amar, nacer o seguir vivo.

No recuerdo hace cuánto tiempo fue el último sábado en la noche que paso en mi casa, solo, aburrido, decepcionado. Esta semana fue derechamente asquerosa, y, ceteris paribus, la próxima será igual.

Respecto del título que acabo de poner a la entrada, cabe agregar que la vida de una persona que es capaz de cuestionar está llena de divagacines ridículas. No será la última vez que use un título así.

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